Un Hogar Secuestrado

Un Hogar Secuestrado

Un Hogar Secuestrado


 Con respeto a George Orwell


Cuando la familia regresaba después pasar un fin de semana en San Miguel de Allende, se encontraron con su hogar invadido por un reducido número de personas de diferentes sexos y edades. Ante su tremenda sorpresa, descubrieron a unos invasores sentados a la mesa comiendo, bebiendo y brindando como si la ocupación de un domicilio ajeno fuera parte de una rutina común y corriente.

Los propietarios se alarmaron ante la presencia de un par de enormes perros tirados encima de los sillones de la sala y más aún al constatar que éstos hubieran defecado en los tapetes. ¿De qué se trataba? El jefe de la familia protestó por el allanamiento de morada. Ante su insistencia y al acercarse ante quien parecía ser el líder del grupo, éste respondió mientras daba un gran trago de tequila extraído del mini bar ubicado a un lado de la entrada: —Si no te parece, chulo, en primeras, presenta tu demanda en nuestro nuevo Poder Judicial, a ver si te la reciben, y luego, ve agarrando tus chivas porque, como dijo la presi, vamos a comprarles en 3 pesos su depa invadido y con facilidades de pago. Ahora bien, si vas a llamar a la poli, ni lo intentes porque nosotros somos la poli… De esta suerte estará garantizada la seguridad y no habría espacio ni para asaltos ni para secuestrosNo, fifisitos, de aquí saldrán ustedes antes que nosotros, mejor ya ni le muevan…

Al visitar la cocina desordenada y la despensa vacía, los atracadores ignoraron los lamentos y amenazas de los dueños, tal y como aconteció cuando ingresaron en sus habitaciones para hallar las camas desechas, las toallas tiradas en el piso y los vestidores saqueados por los asaltantes. Los invasores experimentaban una curiosa sensación de ejercer un derecho, cualquiera que éste fuera.

Al regresar al comedor para reclamar lo acontecido, los facinerosos expusieron sus razones. A partir de hoy, parezca o no una estrategia de espionaje, tendrán que mostrarnos sus teléfonos para saber con quién hablaron, necesitaremos saber a dónde fueron, con quien se reunieron, cuáles fueron los temas de conversación, así como los lugares precisos donde estuvieron. Todos tendrán que exhibir las cuentas bancarias, en donde tienen depositados sus ahorros para disponer de ellos en los términos dispuestos por nosotros; los autos deberán contar siempre con gasolina, agua y aceite, listos para salir de viaje a donde fuera. En el garaje, con licencia o sin ella, instalaremos una tortería, en el entendido de que, en ningún caso, podrán conocer lo que vendemos ni cuánto cobramos ni el destino de los recursos ni pagaremos renta ni cooperaremos con el predial del departamento ni con el agua, ni con el gas ni con la luz ni con los gastos médicos ni con las medicinas ni con los alimentos ni con las bebidas. Ya no desperdiciaremos dinero en la compra de libros, salvo en los comics que decidamos para no contaminar a los chamacos con ideas extranjeras.

Se restringirá el uso de la televisión, se prohibirá tocar el piano para escapar al ruido citadino. En las nuevas reglas, un derecho reservado a nosotros, apréndanselas, por favor, es claro que la comida debe prepararse con harto picante, solo podrán exhibirse nuestras fotos familiares en las repisas; se podrá fumar lo que fuera en el lugar que fuera; nuestros queridos amigos de Sinaloa, llegarán los fines de semana, por lo que está prohibida la presencia de ustedes en nuestro inmueble. Arréglenselas como puedan… El dinero proveniente de los programas asistenciales, de la madre soltera, de dos Ninis y de un anciano, será utilizado exclusivamente en beneficio de nosotros. Queda descartada la ayuda de los vecinos que estarán lo suficientemente ocupados en resolver sus propios asuntos. Los muebles de la casa serán rematados al mejor postor sin rendirle cuentas a nadie, ni demostrar el destino de los fondos. Entre otras regulaciones, ustedes, los antiguos propietarios o como se les quiera identificar, deben entregarnos las llaves de acceso hoy mismo, por meras cuestiones de seguridad para poder convivir en paz con todos nosotros.

PD: Lo más extraño de todo es que las víctimas del atraco se sometieron dócilmente a lo dispuesto por los raptores, sin proferir la menor señal de protesta por la cancelación de sus derechos ni por la supresión de sus libertades y de su bienestar ni por la anulación de su futuro. ¡Qué rara sociedad!, ¿no...?